Diré de la alegría, aunque regresen
esas noches sin fe en las que apuramos
en vino de rencor; aquellas horas
de hosco abatimiento en que uno envidia
la vida de las bestias.
A pesar,
de la anciana palabra, no hecha acaso
para decir la dicha.
Aunque despues
la traicionemos siempre.
Aunque al final
simpre haya que pagarla: no se es
feliz impunemente.
Yo no entiendo la vida, pero algo
en mi pecho la entiende cuando veo
al sol hacere música en la yerba,
cada nota de oro titilando
en el frescor del rocío, cuando irisa
el ala de la abeja; si respiro
el olor de una rosa y un establo;
si el pino sangra oro de su herida;
en la luz de la miel y del aceite;
en la rosa de espuma que florece
del manatial contra la oscura piedra;
en el negro abejorro que se encorva
sobre la flor con trémula impaciencia;
si me embriago en compañía cierta
y entonces recupero la memoria.
(Poema recogido del libro de el poemas
El dibujo de la savia de Miguel Ángel Velasco)
domingo, abril 22, 2007
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