domingo, julio 16, 2006
las mareas
Cuentan que hubo un rey inglés hace cientos de años que quiso detener las mareas. Dice la leyenda que sus cortesanos le decían que su poder era tan grande que incluso las fuerzas de la naturaleza le obedecerían. Así que el monarca colocó su trono en la orilla del mar y ordenó a las olas que retrocedieran, cosa que por supuesto, nunca pasó. Cosas tan ridículas son las que terminan haciendo los que se creen todopoderosos. Pero también hay otros todopoderosos que en la sombra, construyen mundos mágicos llenos de sonidos que parecen pertenecer al más allá.
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1 comentario:
me gusta mucho esta entrada. tus textos me remiten a otros :D
El Principito:
[...]
—Me gustaría ver una puesta de sol... Deme ese gusto... Ordénele al sol que se ponga...
—Si yo le diera a un general la orden de volar de flor en flor como una mariposa, o de escribir una
tragedia, o de transformarse en ave marina y el general no ejecutase la orden recibida ¿de quién sería la
culpa, mía o de él?
—La culpa sería de usted —le dijo el principito con firmeza.
—Exactamente. Sólo hay que pedir a cada uno, lo que cada uno puede dar —continuó el rey. La
autoridad se apoya antes que nada en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, el pueblo hará
la revolución. Yo tengo derecho a exigir obediencia, porque mis órdenes son razonables.
—¿Entonces mi puesta de sol? —recordó el principito, que jamás olvidaba su pregunta una vez
que la había formulado.
—Tendrás tu puesta de sol. La exigiré. Pero, según me dicta mi ciencia gobernante, esperaré que
las condiciones sean favorables.
[...]
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